10 - "¿Quién vive?"

Consigna día 10: Alberto Fuguet

Después de tanta sangre derramada, las noches empezaban a tranquilizarse en la Ciudad de Los Ángeles. Había incluso patrullajes enteros en los que nada relevante sucedía. Solamente esta lluvia incesante que no hace más que rompernos las pelotas turno tras turno.

Otra vez nos tocó hacer guardia en los niveles 7 y 8. Hace rato que no nos dan orden de subir al décimo, allá donde terminan las torres y comienza al fin el cielo. Que yo sepa hace rato que nadie sube, que nadie ve el cielo… De pronto me tengo que interrumpir en mis pensamientos porque esta noche, como todas, mi compañero no para y no para de hablar. Parece que su novia va a dejarlo otra vez. Y lo bien que hace. Yo hago como que lo escucho mientras manejo la patrulla con precaución por la lluvia. Quizá de manera inconsciente nos conduje a la zona industrial de las Torres Tyrell. O lo que queda de ellas. Hace años, este lugar fue el escenario de la batalla más feroz que alguna vez imaginamos. Fue mirando los escombros cuando me di cuenta que Ron, mi compañero, por fin se había callado. Miraba nervioso por la ventana del patrullero. Él también lo había vivido. ¿Y por qué entonces nadie habla de eso? ¿Por qué todos viven haciendo de cuenta que nada sucedió? Cómo si los autómatas fuéramos nosotros y nos eliminaran esos recuerdos de nuestro chip. Muchos perdieron la vida. Sin embargo, todo parece ser parte de un pasado completamente superado, enterrado. Y acá estoy yo, paseando por Tyrell a uno de esos superados que parece estar a punto de vomitar del miedo en el asiento del acompañante. Me detengo un momento para observar los restos de la Torre. No había estado en este lugar desde la revuelta y caza de los Replicantes. Es raro cómo funciona el tiempo en estos casos. Sucede todo de una manera tan abrupta que se puede determinar perfectamente cuándo empezaron los hechos; pero tarda tanto en desaparecer… impregna tanto en nosotros, que es muy difícil decir cuándo terminó. Simplemente todo va dejando de suceder hasta que en un momento uno se acostumbra. Ron está pálido, me mira. Entiendo que quiere que salgamos inmediatamente. Antes de hacerlo, doy un último vistazo a estos restos intentando recordar aquella batalla que dimos por la humanidad, donde mis compañeros y yo peleábamos atrincherados temiendo morir en cualquier momento en manos de un Replicante. De pronto, pego un volantazo para irnos rápido y eso parece devolverle el ánimo a mi compañero. Siento que en su silencio me dio la razón, que no estoy loco, que todo eso realmente pasó y por alguna razón lo ignoramos. Subo nuevamente al nivel ocho para tomar el puente y a medida que nos acercamos Ron parece haber vuelto en sí porque volvió con lo de su novia, y que le da pena por el nene… Cuando estamos por llegar distinguimos a una mujer escapando de tres hombres por el brazo superior del puente, corriendo entre la lluvia. Acelero con la sirena y luces encendidas. Dos de los hombres escaparon al vernos. El tercero saca un arma y empieza a dispararle a la mujer. Ella resbala y cae del puente hacia el vacío. Ron le apunta y él se nos queda mirando, como si esperase algo de nosotros. Pero ella seguía cayendo. Entonces, sin consultar a mi compañero, tomo el volante y bajo en picada repentinamente. Nunca había estado completamente en vertical con el patrullero, y mucho menos bajando a toda velocidad desde el nivel ocho. Alcanzo a ver a la mujer cuando golpea contra uno de esos mercados flotantes y se aferra a su estructura. Ron termina de dar aviso por la radio de todo lo sucedido justo cuando la lluvia se convirtió en una verdadera tormenta. Cuando estoy por alcanzarla, ella resbala nuevamente y cae. Ron me sacudía y gritaba que me detenga, que ya estaba. Pero seguí sin escucharlo para salvarle la vida. El nivel 2 era el límite que me había auto-impuesto, si no llegaba a rescatarla para entonces la dejaría caer sin riesgo de estrellarnos contra el pavimento del nivel 1. Ron, así y todo, tiene un hijo. Acelero y logro acercarme nuevamente. Ron no para de gritarme y sacudirme, por suerte estoy acostumbrado a ignorarlo. Saco mi brazo por la ventanilla y le tiendo la mano mientras seguimos cayendo. Ella se estira hacia mí desesperadamente. Estamos llegando al límite del nivel 2 cuando por fin logro agarrarla. Freno en seco quedando suspendido en perpendicular con el patrullero y la mujer agarrada de mi mano izquierda bajo una de las tormentas de febrero más extraordinarias que recuerde.

“Por favor…” llega a decirme ella.

Hice todo lo que estuvo a mi alcance. Nunca podré olvidarme su mirada de pánico y súplica. Porque todo eso solo duró poco más de un segundo. Ella volvió a resbalar, pero ahora de mis manos. Mi impulso fue acelerar tras ella, pero Ron logró detenerme y la vimos caer un nivel entero perdiéndose en la tormenta. Retomando la prudencia bajamos a los confines del nivel 1, donde las torres nacen de las calles por las cuales algunos todavía arrastran carretas. A medida que bajábamos toda la vecindad que podría haber en un lugar como ese se abría paso acusando la caída que habían presenciado. Pudimos ver, estupefactos, cómo su cuerpo se había hundido algunos centímetros en el pavimento. Ron me miró de golpe, pero no le correspondí. Mis ojos se fijaron sola y absolutamente en aquel cuerpo inanimado que yacía bajo la lluvia. Su mirada se perdió en el cielo infinito hasta apagarse por completo. Podía sentir a los refuerzos llegando atrás nuestro. Y a todo esto, Ron finalmente vomitó de los nervios sin reparar en que parte de su vómito salpicaría dentro del sistema de aquella Replicante a la que estuve a punto de salvarle la ¿vida? Todos dicen que no, que esas cosas no pueden “vivir”. Que nunca lo hicieron y nunca lo harán. Al destacamento que se usó de morgue tuvimos que acudir con Ron para reconocer y firmar un acta por la parte del vómito, para así poder sacarlo de la autopsia. Ahora, viéndola en una camilla con todos sus compartimentos abiertos de par en par, es claro que no vive. ¿Cómo pude haberme confundido tanto?  ¿Qué fue entonces lo que vi aquella noche? Porque yo vi a alguien correr escapando por su vida, la sentí aferrarse a mi mano con todas sus fuerzas… Me suplicó que la ayudase, para no morir. Al resbalar yo vi en sus ojos el miedo y la desesperación… como la que alguna vez vi en la mirada de mis compañeros heridos. Entonces me pregunto, ¿no es “vivir” tener miedo a la muerte? ¿Quién “vive” sino entonces? Pienso todo esto mientras veo cómo vuelven a cerrarla por completo, volviéndose humana nuevamente. Solo sus ojos quedan abiertos, rígidos hacia la nada. Y es entonces cuando interrumpo todo procedimiento protocolar para darle un tratamiento humano a aquella mujer y cerrarle al fin los párpados para que no vuelva a temer nunca más nada de lo que sus ojos ven.